En el decenio de 1950, la Ciudad Universitaria de la Universidad de Costa Rica representó un proyecto muy ambicioso para la época. Su planificación fue dirigida por el espíritu visionario de Rodrigo Facio Brenes (rector 1952-1961). Por ejemplo, en 1958, el campus fue calculado para 10.000 estudiantes, cuando apenas contaba con 1.471 alumnos matriculados. Así, se estaba previendo el crecimiento demográfico que se había empezado a experimentar después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, no careció de detractores que cuestionaron el enorme gasto en que se estaba incurriendo al construir el campus. Para muchos constituía un despilfarro injustificado, pues 30 hectáreas y cinco edificios de varios pisos parecían demasiado para tan pocos estudiantes. No podían comprender que la Ciudad Universitaria proyectada era para el futuro y no para solucionar condiciones inmediatas.

Casi en su totalidad, los primeros edificios fueron financiados con fondos propios, provenientes de la venta de antiguas propiedades de la Universidad en el centro de San José, reservas constituidas por rentas especiales, pequeñas donaciones de empresas privadas y parte de los superávits, gracias a una política presupuestaria balanceada y cautelosa.