Ventana "U"

Entre el sueño y la realidad: la construcción del primer edificio de la Universidad de Costa Rica

Carlos Garita
Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales
Estudiante de Historia y de Administración de la Educación No Formal
Asistente del Museo de la Universidad de Costa Rica

Fuente:AUROL

El jueves 28 de agosto de 1940, en el diario oficial La Gaceta, fue publicada la ley de creación de la Universidad de Costa Rica (UCR). Luego de más de cincuenta años de vacío educativo, el país volvía a contar con una institución unificada para la educación superior. Hasta ese momento, dicha tarea había recaído en facultades y escuelas individuales, en parte herederas de la antigua Universidad de Santo Tomás.

Esta reunión de centros académicos implicaba que muchos de ellos se encontraran en diferentes condiciones con respecto a la infraestructura. Mientras que facultades como la de Derecho compartía edificio con la de Filosofía y Letras, las facultades de Ingeniería y Bellas Artes alquilaban espacios para poder dar sus clases. Inclusive, instancias como la Rectoría y la Secretaría General tenían que recurrir al arrendamiento de oficinas para desarrollar sus actividades.

Una retadora construcción

La necesidad de construir un nuevo edificio que albergara a la joven universidad se hacía cada vez más apremiante, lo cual ejercía presión en las decisiones de las autoridades universitarias. Así, en 1941, se inició el proyecto constructivo del edificio central y de la Sala Magna (posteriormente llamada Paraninfo), ubicados donde hoy se encuentran los edificios de la Corte Suprema de Justicia. Si bien es cierto, se sabía que ambas construcciones no resolverían totalmente los problemas de espacio de la UCR, al menos podrían aminorar esas dificultades.

El terreno seleccionado se encontraba contiguo a la Facultad de Derecho, cuyo edificio fue construido en la década de 1920, cuando era llamada Escuela de Derecho. Parte del espacio que tomaron las nuevas edificaciones fue donado por la Municipalidad de San José, en el entendido que los transeúntes podrían desplazarse libremente en los alrededores de la Universidad.

Con el fin de comenzar las obras, se abrió un concurso para analizar las propuestas de las empresas constructoras; finalmente, fue seleccionada la de Adela viuda de Jiménez e Hijos. Esta era una de las empresas de mayor envergadura en el país, puesto que también contaba con una fábrica de ladrillos.

De esta forma, la construcción del edificio central se comenzó en 1942; sin embargo, en ese momento, el mundo enfrentaba la crisis producida por la Segunda Guerra Mundial. Esto hizo que la economía costarricense se viera profundamente afectada, razón por la cual era deseable el ahorro de materiales. Con este objetivo, se cambió el sistema constructivo del edificio; pasó de ser de lozas de concreto armado a bloques de ladrillo, cemento y hierro.

Aunque inicialmente el levantamiento de la edificación llevaba un buen ritmo, comenzaron a darse fuertes atrasos por parte de la compañía constructora, debido a la dificultad de encontrar insumos. Esta problemática fue empeorando, a pesar de los esfuerzos por parte de la Universidad de apoyar a la empresa. En 1943, esta decidió renunciar al proyecto, lo cual llevó a la UCR a hacer frente a la construcción del edificio.

Los problemas se acumulan

Al asumir la Universidad las obras del edificio central, los gastos se incrementaron, debido al contexto en el que se esta estaba dando. Esto provocó que la UCR recurriera a incrementar el financiamiento externo. Inicialmente, la construcción había sido sufragada con un préstamo del Banco Nacional, sustentado en bonos de deuda del gobierno central. No obstante, las instituciones crediticias dejaron progresivamente de interesarse en estos documentos, razón por la cual la UCR tuvo que hipotecar varios de sus edificios y propiedades para conseguir más dinero.

A esto, se sumaron problemas constructivos, pues a finales de 1943 parte del estudiantado de la Facultad de Ingeniería denunció que los ladrillos utilizados eran de muy mala calidad, lo cual comprometía la seguridad del edificio. Después de una investigación, no se obtuvieron resultados concluyentes, pues no se contaba con un laboratorio que pudiera comprobar la resistencia de los materiales.

Los problemas continuaron; las filtraciones de agua eran facilitadas por el sistema constructivo, lo cual conllevaba a reparaciones constantes, inclusive entrada la década de 1950. A pesar de esto, el edificio fue progresivamente ocupado, a partir de 1945; las primeras facultades en utilizarlo fueron las de Ingeniería, Ciencias Económicas y Sociales. Mientras tanto, había quedado pendiente finalizar la Sala Magna.

Un edificio que no pudo escapar de la agitación política

Al poco tiempo de iniciadas las funciones del edificio central, el país comenzó a experimentar una fuerte polarización política. Esto repercutió a lo interno de la UCR, donde profesores y alumnos de ambos bandos se enfrentaron por sus posiciones.

En última instancia, dicha tensión política derivó en el conflicto armado de 1948; después de varias semanas de derramamiento de sangre, resultó victorioso el grupo comandado por José Figueres Ferrer. Este tomó algunas instituciones educativas, entre ellas la UCR, como cuarteles, donde inclusive llegó a albergar al batallón de la ANDE (Asociación Nacional de Educadores). Esto tuvo repercusiones en la Institución, pues se reportó la desaparición de informes contables y trabajos realizados por el estudiantado.

Sumado a lo anterior, el edificio central recibió daños menores, producto de la intentona de golpe de Estado comúnmente llamada “El Cardonazo”. Posterior a las reparaciones, las autoridades universitarias acordaron cobrarle al gobierno de turno los gastos producidos por esta afectación.

Una universidad que no para de crecer

La cantidad de estudiantes que atendía la UCR continuó creciendo después de la construcción de su primer edificio. Era notorio que Barrio González Lahmann quedaría pequeño para esta casa de estudios.

El camino que tomó la Universidad fue crecer y movilizarse hacia San Pedro de Montes de Oca. Esta opción reflejó sus aspiraciones de aportar cada día más al país, aspiraciones que se mantienen, aún cuando han pasado más de 60 años.

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