Juegos tradicionales

Daniela Fonseca López
Estudiante asistente de la Sección de Educación, Museo UCR

En un momento de la sociedad contemporánea en donde se habla de “volver a la normalidad”, después de vivir una serie de procesos que cambiaron las dinámicas sociales en cuanto a la forma en cómo se vinculan las personas, a partir de la pandemia Covid-19, los juegos tradicionales recobran importancia en tanto espacios para recuperar la interacción social en un marco de valores. Partiendo de lo anterior, el presente texto tiene como objetivo exponer algunos juegos tradicionales costarricenses, con el fin de incentivar su exploración y uso como medio de educación para recuperar la interacción social y la convivencia en un marco de valores, así como el disfrute sano del tiempo libre.

Según Morera Castro (2008), los espacios para vivir los tiempos libres de las personas jóvenes, adultas y adultas mayores se han ido reduciendo, como producto del consumismo y la globalización. Sin embargo, el juego como instrumento pedagógico se puede considerar una posibilidad para facilitar y crear lazos interpersonales, para mejorar destrezas motoras, cognitivas y emocionales, con el fin de fomentar la creatividad y la imaginación, desarrollar el sentido del ritmo, liberar tensiones y energía, así como ser un puente para salir de la rutina, y aprender de sí mismo, del entorno, de los valores, de las costumbres y de las tradiciones. Por estas razones, el presente texto observa en los juegos tradicionales un patrimonio cultural e inmaterial que permite ser utilizado como un recurso educativo.

Ahora, es importante definir qué es lo que se entiende por juegos tradicionales. Bello González y Taborda Salas (2021) plantean lo siguiente:

Al hablar de juegos tradicionales nos referimos a aquellos juegos que, desde mucho tiempo atrás siguen perdurando, pasando de generación en generación, siendo transmitidos de abuelos a padres y de padres a hijos y así sucesivamente, sufriendo quizás algunos cambios, pero manteniendo su esencia. Son juegos que no están escritos en ningún libro especial ni se pueden comprar en ninguna juguetería (quizás solo algunos elementos). Son juegos que aparecen en diferentes momentos o épocas del año, que desaparecen por un período y vuelven a surgir (p. 24).

Asimismo, los autores plantean que en los juegos tradicionales se pueden encontrar expresiones de una cultura popular, que “guarda la producción espiritual de un pueblo en cierto período histórico. Esta cultura no es oficial, se desarrolla especialmente de modo oral, no queda cristalizada” (Bello González y Taborda Salas, 2021, p. 24). Es por ello que los autores defienden que por medio de los juegos tradicionales una persona puede reconocer y entender una serie de aspectos históricos-socioculturales de la propia historia y cultura de determinada sociedad.

A nivel pedagógico, los juegos tradicionales como apoyo lúdico, según Öfele (1999), son un excelente recurso. En cuanto al orden práctico, la autora plantea que estos son cortos en su duración, no requieren de grandes recursos ni tampoco de horarios especiales. Por ello, Sarmiento Cruz (2008) identifica a los juegos tradicionales como un recurso que no discrimina diversidades. A su vez, Urpí (citada en López, Morera y Rodríguez, 2014, p. 6) reconoce en el juego la posibilidad de aprendizaje y expermientación, a la vez que se rescata el patrimonio cultural.

En ese sentido, se expondrán en la generalidad algunos de los juegos tradicionales costarricenses más populares, esto basado en el texto “Juegos tradicionales”, desarrollado por López, Morera y Rodríguez (2014).

Ronda

En este juego, las personas participantes deben formar un círculo y colocar a una persona en el centro, aquellas que quedan alrededor deben tomarse de las manos y girar cantando una canción popular. Tradicionalmente se ha realizado con la canción “Arroz con leche”; sin embargo, la propuesta del juego puede realizarse con otra canción que permita que aquella persona que se encuentre en el centro escoja quién será el o la siguiente en pasar a ocupar su lugar. Pasa entonces al centro aquella persona escogida y el juego continúa. En este tipo de juego se puede utilizar la propuesta de “doña Ana”, mirón-mirón.

Canicas (bolas de vidrio o bolinchas)

En ese juego se utilizan canicas, algunas de colores, otras trasparentes. El juego inicia cuando las personas participantes deben “picarse”, marcando dos líneas en el suelo con una distancia de aproximadamente tres metros entre ambas. Cada persona participante se coloca detrás de cada línea y es desde allí donde lanzan con su mano la canica, tratando de que ésta llegue lo más cerca posible de la otra línea. Es según el orden de aproximación de la canica.

Escondido

Una persona en el juego será la encargada de buscar y encontrar a las y los participantes escondidos del juego. La persona que busca deberá comenzar el juego con las manos en la cara hacia una pared en lo que se denomina “el punto” y contar hasta 30 aproximadamente, mientras el resto de personas jugadoras buscan un lugar para esconderse. Una vez que la persona termina de contar puede empezar a buscar, y aquellas personas escondidas deberán tratar de salvar su “punto”, el cual ganarán si llegan a tocar la pared donde la persona contó. Si alguna de las personas es encontrada, la persona que busca deberá ir hacia el punto y tocarlo diciendo “punto quemado”. Gana la persona que salva el punto de primero y el que es visto de último es el que pasa a contar.

Rayuela

Se dibuja en el piso:

Abajo del 1 se denomina “Tierra” y desde ahí la persona jugadora tirará una piedra al cuadrado 1 (donde está la piedra nunca el jugador o la jugadora podrá saltar) luego saltará a los cuadrados 2 y 3, colocando un pie en cada cuadro. Continuará saltando poniendo un pie en el siguiente y luego dos pies en donde haya dos cuadros. Al llegar al final, arribará al “Cielo” donde podrá descansar. De la misma forma que llegó, deberá devolverse a los cuadrados 2 y 3, y deberá recoger la piedra. Si alguno de sus pies toca el número donde estaba la piedra, pierde. Una vez de vuelta a la “Tierra”, deberá continuar con el siguiente número y volver a realizar lo mismo. El o la participante que al saltar toque una raya, o si al lanzar la piedra caiga fuera del cuadro que le corresponde, pierde su turno y debe esperar para empezar de nuevo.

Trompos

Los trompos serán unos juguetes que bailan con un cordel. Existen diferentes posibilidades para desarrollar el juego; por ejemplo, la mancha brava, a la pasa raya, al vuelo, a la duración de los trompos; en la generalidad, se abordan de la siguiente manera:

● Mancha brava: se marca un espacio determinado de juego entre dos líneas. Se deberán poner a bailar los trompos en el centro, entre las rayas. Se pondrán a girar los trompos en el espacio y el objetivo es que se derriben los trompos.

● A la pasa raya: se dibuja un óvalo en el suelo y se coloca dentro de este una moneda, luego se marca una línea a dos o tres metros del óvalo. Las personas jugadoras deben picarse para disputar el turno y, desde el lado contrario de la raya deben bailar su trompo y tratar de empujar la moneda hacia la línea. El trompo que no atraviese la línea “se ahoga” y no puede jugar más. La persona que saque la moneda fuera de la raya gana el juego y la moneda.

● Al vuelo: se baila el trompo elevándolo en el aire, tratando de que caiga en la palma de la mano, pero siempre girando.

Referencias:

Bello González, D., & Taborda Salas, C. A. (2021). Los juegos tradicionales como propuesta pedagógica para cualificar el desarrollo motor en niños de 6 y 7 años del grado primero ITI Francisco José de Caldas. Universidad Libre, Facultad de Educación.

Morera Castro, M. (2008). Generación tras generación, se recobran los juegos tradicionales. MHSalud: Revista en Ciencias del Movimiento Humano y Salud, 5(1).

Öfele, M. R. (1999). Los juegos tradicionales y sus proyecciones pedagógicas. Lecturas: educación física y deportes, 4(13), 1-15.

Sarmiento Cruz, L. M. (2008). La enseñanza de los juegos tradicionales: ¿una posibilidad entre la realidad y la fantasia?. Educación física y deporte, 27(1), 115-122.

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