Ventana "U"

La invasión y la Universidad.
Una visita a la agitación política en las décadas de 1940 y 1950.

Carlos Garita
Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales
Estudiante de Historia y de Administración de la Educación No Formal
Asistente del Museo de la Universidad de Costa Rica

En el presente artículo, se aborda la relación de la Universidad de Costa Rica (UCR) con algunos episodios de la historia política del país. Destaca el interés por observar la afectación que estos eventos generaron en el ambiente universitario, así como las estrategias de respuesta construidas en esos momentos.

Además, permiten reflexionar sobre hechos que se relacionan con la construcción de la democracia actual e incentivar una visión crítica sobre estos sucesos poco conocidos.

Costa Rica frente al nacimiento de la UCR

La creación de la UCR mantiene una estrecha relación con la época en la que esto sucedió. La forma en que se construyeron y destruyeron algunos de los primeros edificios de la Universidad dio cuenta de esto. Sin embargo, en esta ocasión, interesa el vínculo entre esta institución y la política de su tiempo.

Los más de 50 años en que el país no tuvo una universidad formal es muestra de la poca importancia que las elites políticas le brindaban a este tema. No obstante, el inicio de los años cuarenta representó un giro: una nueva generación llegó al poder. Un grupo de personas nacidas en el siglo XX relevaron a los antiguos políticos liberales, quienes habían dirigido el país durante mucho tiempo.

En medio de esto, nació la UCR, como una respuesta a la demanda de educación universitaria de personas que, si bien es cierto contaban con una condición económica acomodada, no tenían los recursos suficientes para asistir a centros educativos en Estados Unidos o Europa. Sus primeros años estuvieron estrechamente ligados a figuras como Luis Demetrio Tinoco, quien fue ministro de Educación, durante el nacimiento de la Universidad, y posteriormente rector de esta.

La agitación universitaria, previa a 1948

Los anteriores indicios permiten construir una idea: se está frente a una universidad politizada, a la cual llegaban también las tensiones que el país vivía en ese momento. Durante la década de 1940, el país experimentó notables brotes de violencia por parte de sectores afines a los gobiernos de turno y a la oposición. Esto conllevó a intentos de golpes de estado como el llamado “Almatizazo”, referencia a una notable radioemisora que tuvo un papel protagónico en un intento por tomar a la fuerza el poder.

En la UCR, ubicada en ese momento en barrio González Lahman, ocurrieron sucesos que muestran la presión generada por ese ambiente político. Por ejemplo, en octubre de 1947, Roberto Campabadal, profesor de la institución, denunció que varios estudiantes lo habían insultado por su simpatía con el gobierno de Teodoro Picado, mientras caminaba a su oficina. Inclusive, trascendieron acusaciones contra dicho docente por perseguir con un “Black Jack” (bastón para golpear) a una de las personas que lo ofendieron.

Frágiles momentos después de la guerra civil

El conflicto armado, que tuvo lugar en marzo y abril de 1948, dejó al país dividido; una gran cantidad de personas tuvieron que migrar a otros destinos para ‒en muchos casos‒ salvar sus vidas. En la UCR, el curso lectivo se retomó en mayo de ese año; sin embargo, la convivencia institucional no fue fácil.

Pocos meses después, en una nota publicada en varios periódicos, un grupo de estudiantes exigía la expulsión de varios estudiantes y docentes, quienes habían sido partidarios del antiguo “Bloque de la victoria”. En este contexto, tuvo lugar la renuncia de los decanos Jorge Volio y Marco Tulio Salazar, a quienes se les había acusado de ser cercanos al bando derrotado.

Nuevas tensiones se acrecentaron con la llegada del nuevo gobierno, en 1953. Son tiempos convulsos para Centroamérica; por ejemplo, un año después, un golpe de estado alejó del poder a Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala.

Costa Rica no se escapó de vivir una situación similar, pues en enero de 1955 un grupo de personas partidarias del calderonismo, apoyadas por el gobierno de Nicaragua, intentaron ingresar al país por la zona norte. Algunas batallas tuvieron lugar en la actual Ciudad Quesada y en Guanacaste, donde se dio por terminado el conflicto. Durante este violento episodio, existieron milicias privadas que se encargaban de repeler a este grupo de personas, lo cual extendió la presencia militar en el país por varios años después de la abolición oficial del ejército.

El temor vuelve a la Universidad

Los sucesos de enero de 1955 no dejaron indiferente a la UCR; por el contrario, la agitación que esto provocó hizo que se suspendieran varios cursos de verano. Al mismo tiempo, se convocó a una Asamblea Universitaria, máximo órgano de la Universidad en ese momento.

Esta casa de estudios denunció lo que consideraba una “agresión extranjera” y le daba su apoyo a lo actuado por el gobierno. Se acordó brindar fondos económicos para el Comité de defensa civil, encargado de asistir a los combatientes. El proceso de admisión tuvo que volverse a programar, pues el conflicto afectó las fechas definidas para realizar las pruebas de bachillerato.

Para una parte importante de la institución, el recuerdo de la guerra civil seguía vivo, razón por la cual evitar otra lucha de ese calibre era importante. Terminadas las tensiones, la Universidad retomó buena parte de la normalidad, en medio de una paz social que aún era incierta.

La responsabilidad de cada época

Aunque el país no volvió a enfrentarse a una situación similar, perduran retos que la comunidad universitaria aún puede enfrentar. Uno de ellos es contribuir en la construcción de una democracia integral que vaya más allá de los procesos electorales y que sea crítica de sus raíces.

Se debe hacer una invitación a repensar el discurso que propone a Costa Rica como un país pacífico, pues existen otras formas de violencia, como la desigualdad social. Esta tarea no solo es de las universidades, sino de la población en general. Solo de esta manera se podrá garantizar la salud de nuestra democracia.

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