Ventana "U"

El encuentro de dos universidades

Carlos Garita
Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales
Estudiante de Historia y de Administración de la Educación No Formal
Asistente del Museo de la Universidad de Costa Rica

Fuente:AUROL

El lejano recuerdo de la Universidad de Santo Tomás

En 1844, el proyecto que proponía unir a Centroamérica en una sola organización política había fracasado. Por el contrario, el Estado costarricense había comenzado a fortalecerse con la centralización de sus funciones en el poder ejecutivo.

Este es el contexto en el que se creó la Universidad de Santo Tomás, la cual existía como casa de enseñanza desde 1814; sin embargo, es a partir de su carácter universitario cuando empezó a configurarse como una institución educativa con un mayor alcance educativo. De este inicio, se desprende un primer encuentro con la Universidad de Costa Rica (UCR). El lema “Lucem aspicio” fue originalmente concebido para la institución decimonónica. En 1940, sin que mediara una relación directa entre ambas casas de estudios, dicha frase fue tomada como parte del estandarte de la UCR.

El edificio de la Universidad de Santo Tomás estuvo ubicado donde actualmente se localiza el Ministerio de Hacienda, diagonal al Teatro Nacional. Era una construcción de una sola planta, propia de una ciudad que aún no demostraba las aspiraciones arquitectónicas que llegarían al final del siglo XIX e inicios del siglo XX.

Esta institución fue parte de la política de su tiempo y escenario de los conflictos que surgieron de las reformas liberales de la década de 1880. Esto terminó por provocar su cierre en 1888, pues en ese momento era de poco interés una institución educativa declarada como pontificia (es decir, de fuerte carácter religioso), la cual reñía con la búsqueda de una educación laica. A pesar del cese de sus funciones, su edificio permaneció en pie y en manos del Estado.

La Universidad que no partió de la nada

Cuando en 1941 entró en operaciones la UCR, partió de las instalaciones provenientes de las antiguas escuelas profesionales que funcionaban independientemente. Este es es el caso de la Escuela de Derecho, de la cual aún queda un vestigio en las actuales instalaciones del Poder Judicial, como se mencionó en la entrega pasada.

El edificio de la antigua Universidad de Santo Tomás pasó a ser parte del patrimonio de la nueva institución, aunque de manera distinta. Para ese entonces, esta edificación albergaba el Archivo Nacional. El acuerdo al que llegó el gobierno de turno y las autoridades universitarias consistió en pagar un alquiler por el uso de las instalaciones, a favor de la institución de educación superior. La edificación cumplió un papel relevante en la construcción de las primeras instalaciones universitarias, pues fue hipotecada con el fin de obtener recursos para las obras del edificio central y del paraninfo universitario. Así, dicho edificio se convirtió en una importante fuente de ingresos para la joven universidad.

Mientras esto sucedía, las carencias relativas al espacio físico se hacían notar con especial crudeza en algunas unidades académicas. Por ejemplo, inicialmente, la Facultad de Pedagogía tuvo que compartir instalaciones con la Escuela Normal, ubicada en Heredia, lo cual implicó estar separada de los edificios de la UCR en Barrio González Lahman.

Esta situación provocó que en 1948 se concretara el traslado de esta unidad académica a la ciudad de San José; provisionalmente, se alojó en el sitio que había ocupado el Casino Militar, antes de la abolición del ejército. Esto muestra disparidades a lo interno de la Universidad: mientras la Facultad de Ingeniería se encontraba en el edificio central, la de Pedagogía ambulaba en los espacios que el gobierno tuviera a bien ceder de manera temporal.

Las Universidades se reúnen

Aunque la solución permanente para las dificultades de la Facultad de Pedagogía se encontró en la construcción de la Ciudad Universitaria, se necesitaba un lugar estable que pudiera albergarla mientras su nuevo edificio era construido. El local escogido fue la antigua edificación de la Universidad de Santo Tomás. Así, después de varias décadas lejos de su función original, el estudiantado volvió a recorrer sus pasillos en busca nuevamente de la luz. De esta forma, esta facultad pudo desarrollar no solo sus lecciones, las graduaciones cada final de año, sino también bailes de estudiantes.

Sin embargo, el destino de este edificio se comenzó a fraguar lejos de la UCR, pues dos procesos amenazaban su existencia. Por un lado, el proyecto de la Ciudad Universitaria requería grandes cantidades de dinero, por lo cual se hacía necesario que la institución vendiese sus edificaciones capitalinas. Por otro lado, las nuevas elites políticas, surgidas del conflicto armado de 1948, visualizaban la ciudad de San José de una manera distinta; por ejemplo, la construcción de la Avenida Segunda significó demoler la antigua estructura.

Esta decisión generó el descontento de la entonces decana Emma Gamboa, quien defendía el valor patrimonial del espacio que ocupaba en ese momento su facultad. A pesar de su protesta, a lo interno del Consejo Universitario, la decisión estaba tomada y así, fue sellado el triste futuro del edificio que albergó dos universidades.

Lecciones para el patrimonio arquitectónico universitario

Las ideas sobre la preservación del patrimonio arquitectónico han cambiado notablemente en los últimos 60 años; no obstante, los retos aún persisten. Los edificios que se mostraron novedosos en la década de 1950, comienzan hoy a revelar su valor patrimonial. Esto hace de su preservación un desafío, pues ‒en su mayoría‒ siguen albergando las funciones por las cuales fueron creados.

La existencia de estas edificaciones es necesaria, pues sólo de esta forma se podrá evitar que la historia del edificio de la Universidad de Santo Tomás se repita. Esto hará posible una relación dinámica con el pasado, en vez de un lejano recuerdo.

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