Ventana "U"

De Córdoba a Costa Rica: la construcción de la autonomía universitaria en el país

Carlos Garita
Bachiller en la Enseñanza de los Estudios Sociales
Estudiante de Historia y de Administración de la Educación No Formal
Asistente del Museo de la Universidad de Costa Rica

Imagen 1: El rector Rodrigo Facio Brenes pronuncia un discurso en la década de 1950. Fuente: Aurol
Imagen 2: Facultad de Educación en la década de 1960. Fuente: Aurol.  

¡Ventana U cumple un año! Deseamos celebrar esta sección reflexionando sobre la autonomía universitaria, fuero que le ha permitido a la Universidad de Costa Rica (UCR) convertirse en una de las principales fuentes de pensamiento crítico a nivel nacional.

La autonomía universitaria ha sido parte esencial del crecimiento de esta casa de estudios, lo cual le ha permitido posicionarse como una institución que aporta de forma continua al bienestar social del país. Sin embargo, es necesario profundizar en los orígenes de esta idea y aproximarse a la forma en que el país comenzó a ver a las universidades como centros de pensamiento independiente.

Autonomía: ¿Y eso con qué se come?

“Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan.”

Manifiesto Liminar, Argentina, 1918.

La autonomía universitaria se basa en la atribución de una serie de capacidades a las universidades públicas, las cuales permiten preservar grados de independencia específica frente a diversas instancias de gobierno. En el caso costarricense, estas áreas son administrativas, económicas y docentes.

En un inicio, esto podría parecer extraño. ¿Por qué estos centros de formación quieren desligarse de los gobiernos si pertenecen al Estado? La respuesta a esta pregunta yace en los acontecimientos históricos que originaron esta idea.

Es necesario trasladarse a los inicios del siglo XX en Argentina, específicamente a la Universidad de Córdoba, donde en 1918 se dieron una serie de protestas estudiantiles que buscaban mejorar el funcionamiento de esa casa de estudios. Para ese momento, existían profundas críticas al profesorado, las cuales se sumaban a la poca actualización en los planes de estudio, la inexistencia de la libertad de cátedra, y a la nula participación del estudiantado en la administración de aquella institución.

Aunque inicialmente estas demandas fueron ignoradas, la intensidad de estas produjo que el gobierno argentino interviniera para apaciguar los ánimos. La necesidad de estos cambios se terminó de materializar en un documento: el Manifiesto Liminar, punto de partida para la adopción de la autonomía universitaria, no solo en suelo argentino, sino también en toda América Latina.

La expansión de la autonomía universitaria vino a transformar la manera en que las universidades latinoamericanas se desarrollarían. La construcción de espacios académicos con independencia de criterio ha posibilitado la reflexión sobre las problemáticas que afectan a los países de esta región.

De la pontificia Universidad de Santo Tomás a la autonomía constitucional

Costa Rica vio nacer su primera universidad en 1843, cuando la Casa de Enseñanza de Santo Tomas se transformó en la universidad del mismo nombre. Como se ha podido observar en anteriores entregas de “Ventana U”, esta institución tuvo un desarrollo limitado a raíz de la poca articulación que existía entre los distintos niveles de la educación en el país, es decir, la educación primaria y secundaria eran deficientes y no se encontraban coordinadas.

Esta situación comenzó a cambiar con las políticas liberales, durante la década de 1880. La promulgación de normas, como la Ley Fundamental de Educación y la Ley de Educación Común, trajo consigo un mejor ordenamiento de los procesos educativos a nivel nacional, lo cual puso énfasis en la educación primaria y relegó la educación secundaria.

Sin embargo, en el caso de la educación superior, las elites políticas liberales divisaron un problema adicional. Desde 1853, la Universidad de Santo Tomas había adquirido el carácter de “Pontificia”, es decir, la Iglesia Católica podía intervenir, si lo deseaba, en el control y fiscalización de lo que en este espacio se enseñaba. Esto venía a reñir directamente con el carácter laico de la educación al que en ese momento se aspiraba.

Lo anterior se sumó a una serie de razonamientos que terminaron por materializar la clausura de esta universidad. Sin ser el único argumento que existía en ese momento, no se puede perder de vista el peso que los aspectos religiosos tuvieron en esta decisión.

Pasaron años y la necesidad de una universidad con un carácter formal se hacía cada vez más urgente en Costa Rica. Esto hizo que al país llegaran personalidades académicas chilenas, quienes buscaron encausar la idea de un nuevo centro de educación superior en el país; recomendaron la inclusión de la autonomía como un aspecto esencial de la futurible universidad. Así, en 1940, nació la UCR, una institución lejana a las ataduras de su predecesora, la Universidad de Santo Tomás.

Aunque en su ley de creación se estipuló el carácter autónomo que sus funciones demandaban, este principio dependía aún de los intereses políticos de turno. Esto se puede observar en el vínculo directo que tuvieron los gobiernos de la década de 1940 con la administración de esta casa de estudios.

El decenio de 1940 culminó con un conflicto armado y con la posterior convocatoria a una Asamblea Constituyente. Si bien es cierto, este espacio tuvo un carácter conservador al tomar como base la discusión de la constitución política de 1871, fue también un espacio de intenso debate sobre diversas temáticas, tal es el caso de la autonomía universitaria.

La joven universidad, marcada en su primera década por notables carencias, vio un espacio idóneo en la Asamblea Constituyente para aspirar a una autonomía universitaria con rango constitucional. Esta ambición traspasaba el interés jurídico, pues para las autoridades universitarias de aquel momento la consolidación de la autonomía implicaba cimentar las capacidades necesarias para el crecimiento sostenido de esta casa de estudios.

En ese sentido, es necesario resaltar la figura de Fernando Baudrit Solera, quien ‒además de ser rector de la UCR‒ fue diputado de la Asamblea Constituyente, en 1949. Su papel dentro de la comisión encargada de redactar el proyecto de la constitución política, en conjunto con sus participaciones en los debates de este órgano, fue relevante en cuanto al logro de la autonomía universitaria con rango constitucional.

La década de 1950 y la aplicación de la autonomía universitaria

Durante la década de 1950, la UCR experimentó fuertes cambios; su infraestructura creció al tiempo que sus planes de estudio cambiaban y su organización interna se veía remozada. Estas transformaciones no son producto de una sola persona, sino de las acciones colectivas de un grupo más amplio. Sin embargo, cabe cuestionarse si el rango constitucional de la autonomía universitaria tuvo repercusiones inmediatas y si se vincularon ‒a su vez‒ con dichos cambios.

Para responder a esa interrogante, hay que retomar los tres aspectos principales que integran la autonomía universitaria: administrativos, económicos y docentes. A nivel administrativo, efectivamente, la UCR logró dirigir sus destinos al escoger a sus autoridades y cambiar su organización, cuando fue necesario, tal fue el caso de la creación de la Facultad de Ciencias y Letras (antecedente de la actual Facultad de Letras). Esta transformación hizo posible la llegada de los Estudios Generales y el fortalecimiento de áreas de estudio comunes para diferentes disciplinas, como la física y la química.

Además, si se profundiza en las decisiones que se tomaron a lo interno de la Universidad, se puede notar cómo muchas de estas se encuentran en sincronía con un nuevo modelo de desarrollo económico, dirigido desde las elites políticas nacionales. Esto implica que a pesar de ser autónoma, esta casa de estudios no estaba exenta de diversos tipos de influencias.

En el campo económico, la UCR logró el manejo de sus recursos, inclusive en momentos de crisis, por ejemplo, cuando tuvo que prescindir de la administración de otras dependencias como el Museo Nacional. Sin embargo, al no existir un monto definido legalmente que debían aportar los gobiernos de turno, limitaba los alcances de la autonomía, pues se dependía de la buena voluntad del Ejecutivo.

En cuanto a la labor docente y educativa, la autonomía universitaria se manifestó rápidamente durante la década de 1950; por ejemplo, los conflictos que en esta área surgieron fueron gestionados por los mecanismos internos de la institución. Cabe señalar que para esos momentos el manejo de las disputas entre docentes y estudiantado eran resueltas de maneras distintas, pues muchas de estas trascendían hasta el Consejo Universitario, ente que tomaba la última decisión en estos casos.

La autonomía universitaria de la discordia

En momentos en que la sociedad costarricense enfrenta grandes retos, la autonomía universitaria sigue siendo relevante. Esta aspiró a separar los destinos de la UCR de las tendencias políticas que pensaban únicamente a corto plazo. De la misma forma, en la actualidad, es necesario recordar los principios por los que fue convocada la Reforma de Córdoba, hace más de un siglo, y reflexionar sobre cuáles son las áreas en las que la Universidad de Costa Rica debe seguir mejorando desde su carácter autónomo e independiente.

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