Sección especial: Volcanes

Clasificación de los volcanes

Dr. Paulo Ruíz, especialista en vulcanología y docente
de la Escuela Centroamericana de Geología (correo electrónico: paulo.ruizcubillo@ucr.ac.cr)
Oscar Morales, estudiante de la Escuela Centroamericana de Geología

Un volcán es activo o extinto de acuerdo con la cantidad de años que ha pasado sin presentar actividad de cualquier tipo. Se clasifican de la siguiente forma:

  • Activo: es un volcán despierto que ha hecho erupción en los últimos 10 000 años. Se tiene registro de sus erupciones en los últimos 400 años.

  • Dormido: es un volcán que ha tenido actividad en los últimos 10 000 años, con periodos de tiempo muy extensos entre una erupción y otra. No se le conocen erupciones en los últimos 400 años.

  • Extinto: este es un volcán considerado como muerto. No se le conocen erupciones o actividad en miles de años. Nunca volverá a estar activo.

Los volcanes mueren porque se quedan sin suministro de magma. Este es como la sangre del coloso y sube a la superficie para alimentar la cámara magmática (zona donde se almacena el magma y se comunica con el cráter del volcán). Sin magma, dicha cámara se va apagando como si fuera un corazón que deja de latir. Por lo tanto, existen volcanes que no volverán a tener actividad.

En Costa Rica, muchos cerros son, en realidad, volcanes que murieron hace miles de años, fueron erosionándose con el tiempo, y dejaron expuestas sus chimeneas. Los montes El Aguacate, los cerros del Zurquí, algunas partes de la Fila Costeña y la cordillera de Talamanca son restos de viejos volcanes.

Solo 5 de los 371 focos volcánicos del país han estado activos en los últimos 400 años. Estos son: el volcán Rincón de la Vieja, volcán Arenal, volcán Poás, volcán Irazú y volcán Turrialba. Todos se encuentran entre los 100 volcanes más activos en el mundo.

Son volcanes que están vivos y con diferentes procesos desarrollándose actualmente. Esto implica un riesgo. No es cuestión de alarmarse o tenerles miedo, sino de conocerlos, vigilarlos y descifrar su comportamiento. Se trata de saber cuál sería el área de impacto en caso de erupción y trabajar en programas de emergencia. Principalmente, se trata de prevención para reducir el impacto de una tragedia humana.

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